Mi experiencia con las quimioterapias
Hace dos años empecé un tratamiento de quimioterapias para combatir el cáncer de mama que me habían detectado unos meses antes. Fueron 16 sesiones en total. Cuatro de quimioterapias rojas y doce de quimioterapias blancas. Me explicaron los posibles efectos secundarios, los riesgos, los beneficios. Me dijeron que era mi mejor opción para vencer al cáncer. Me dijeron que tenía que ser fuerte, positiva, valiente que todo iba a estar bien.
Pero yo no me sentía así. Me sentía asustada, con muchas incertidumbres. Dos años después creo que en el fondo no quería hacerme las quimioterapias. No quería perder el cabello, la energía, no quería sentir esos efectos secundarios como las náuseas, el vómito, etc. No quería sufrir el dolor. No quería enfrentarme a la muerte.
Pero tampoco quería rendirme. Quería intentarlo, queria sanar. Quería cumplir mis sueños, y lo más importante vivir.
Así que decidí hacerme las quimioterapias. Y fue una de las experiencias más difíciles y más hermosas de mi vida.
Fue difícil porque tuve que pasar por muchas cosas duras. Sentí corrientazos en el cuero cabelludo y luego empezó a caerse por montones el cabello (en el momento más lindo de él). Paradójicamente no quise usar turbante, cuando siempre lo había hecho. Me dio una infección en el catéter pic que me instalaron en el brazo. Las quimioterapias me produjeron estreñimiento extremo. Debilidad y cansancio extremo.
Pero también tuve algunos momentos divertidos. Por ejemplo, cuando me subí de peso casi 10 kilos y tuve que comprar ropa nueva porque no me entraba la vieja. O cuando me puse un condón en el brazo para cubrir el catéter y me fui a nadar al mar. La gente me miraba con curiosidad y yo les decía que era una nueva moda.
También fue hermosa porque aprendí muchas cosas valiosas. Aprendí a aceptar mi cuerpo tal como es, sin pelo, sin pecho, sin vergüenza. Aprendí a cuidar mi salud, mi alimentación, mi descanso. Aprendí a pedir ayuda, a recibir apoyo, a dar las gracias. Aprendí a valorar cada momento, cada persona, cada detalle.
Durante el tratamiento hubo altibajos. Hubo días en que me sentí bien y días en que me sentí mal. Hubo días en que lloré y días en que reí. Hubo días en que tuve miedo y días en que tuve fe.
También hubo personas que me acompañaron y personas que me abandonaron. Hubo personas que me dieron consejos sobre lo que tenía que hacer o no hacer. Hubo personas que me juzgaron y personas que me comprendieron. Conocí la inmensa generosidad de quienes me aman.
Pero al final lo que más me ayudó fue escuchar mi propia voz. La voz de mi intuición, de mi sabiduría, de mi corazón. La voz que me decía qué necesitaba, qué quería, qué sentía.
Y así fui avanzando en el camino de la sanación. Un camino lleno de retos y de aprendizajes. Un camino que no termina con las quimioterapias sino que sigue cada día.
Hoy puedo decir que estoy agradecida por esta experiencia. No porque haya sido fácil sino porque ha sido transformadora. Me ha enseñado a vivir con más conciencia, más amor, más gratitud. Pero también puedo decir que estoy asustada por lo que viene. Hace unos meses me diagnosticaron una metástasis en los huesos y tengo otro tratamiento, no incluye quimioterapias, pero si radioterapias y medicamentos muy fuertes.
No sé si podré vencer al visitante K, que sigue en mi cuerpo y que ahora se ha mudado a otro lugar. Pero sé que no me voy a rendir. Sé que voy a seguir dandolo todo por mi vida y por la de los que me quieren.
Hay días que son más bonitos que otros. Siempre tengo fé en que todo está bien, no dejan de pasar pensamientos que bajan el ánimo. Me sorprende mi fuerza, mi tranquilidad. A veces lloró a pesar que es más lo que río.
Hoy, 18 de junio dos años de empezar está etapa de altas dosis de medicamentos en mi cuerpo, que me ayudan a mantener al Visitante K y sus amiguitos al margen. Veo mi cuerpo fuerte, valiente. Le agradezco tanto a las venas de mi brazo derecho que han estado a la altura y responden cada vez que hay que poner un medicamento o hacer un examen de sangre.
Aquí vamos!!!
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